Historia de Peñíscola

La ciudad de Peñíscola está situada al norte de la provincia de Castellón en la comarca del Bajo Maestrazgo. Queremos hablarte brevemente de la historia de Peñíscola, que se extiende por más de 2.500 años. 

Su legado histórico la convierte en una de las ciudades más fascinantes de España. 

A través de sus calles empedradas, sus murallas y su imponente castillo de Peñíscola, cada rincón cuenta una historia que abarca desde las civilizaciones antiguas hasta los días de gloria medieval y el turismo moderno.

Su propio nombre tiene origen en traducciones romanas de los nombres griegos hasta «paene + insula», que significa «casi isla». De aquí fue traducido y transformado hasta el nombre actual de Peñíscola. 

Orígenes antiguos: de los íberos a los romanos

Los primeros vestigios humanos en el área se remontan a los pueblos íberos. Específicamente los ilercavones, que habitaron la región durante la Edad de Bronce. 

Estos primeros habitantes establecieron relaciones comerciales con fenicios y griegos, quienes dejaron su huella en el topónimo de la ciudad. Los griegos de Zacinto la denominaron Quersónesos, que significa «península». Más tarde, este nombre evolucionó en el latín vulgar romano a «Paene + Insula» (casi isla), dando lugar a su denominación actual: Peñíscola.

Durante la época romana, Peñíscola se consolidó como un puerto estratégico. Conectaba la región con el Mediterráneo. 

A través de la Vía Augusta, los romanos importaban productos manufacturados, como cerámica y armas, mientras exportaban aceite de oliva y vino de gran calidad. 

Este comercio impulsó el desarrollo de la zona, dejando como legado numerosos restos arqueológicos que aún hoy puedes explorar.

Dominación musulmana: la alcazaba árabe

En el año 718, Peñíscola cayó bajo dominio musulmán. Los árabes la llamaron Banaskula, destacándose como una fortaleza inexpugnable junto al mar. 

Gracias a su posición estratégica se convirtió en un importante puerto para el comercio y un punto de incursión hacia Cataluña. La alcazaba árabe, construida sobre el tómbolo, se alzaba como el núcleo defensivo de la ciudad. Estaba rodeada de alquerías y cultivos irrigados por un sistema avanzado de acequias.

Uno de los personajes destacados de esta época fue Mohamed Ben Mardanis, conocido como el Rey Lobo. Defendió su reino musulmán en el sureste de la península ibérica desde esta fortaleza. Sin embargo, el dominio musulmán llegaría a su fin en el siglo XIII con la reconquista cristiana.

Reconquista cristiana: Jaime I y la nueva Peñíscola

El 28 de enero de 1251, el rey Jaime I de Aragón otorgó la carta de población a Peñíscola, estableciendo un nuevo orden cristiano. 

Pese a intentos anteriores no fue hasta 1233, tras la caída de Burriana, cuando Peñíscola se rindió pacíficamente. 

Las leyes y costumbres musulmanas fueron respetadas inicialmente, pero con el tiempo los bienes y propiedades pasaron a manos de los nuevos pobladores cristianos.

Durante esta etapa, la ciudad experimentó un renacimiento económico y social. Entre los años 1294 y 1307, los caballeros templarios construyeron el castillo de Peñíscola sobre los restos de la alcazaba árabe. Poco a poco se convirtió  en una fortaleza militar y un baluarte religioso. 

El Cisma de Occidente y el Papa Luna

Uno de los episodios más fascinantes de la historia de Peñíscola se sitúa entre los siglos XIV y XV, durante el Cisma de Occidente

En este conflicto religioso, Pedro Martínez de Luna, conocido como Benedicto XIII o Papa Luna, estableció en Peñíscola la sede pontificia en 1411. 

Esto convirtió al castillo en un palacio papal y biblioteca. Desde aquí el Papa Luna intentó mantener su autoridad frente a los papas de Roma y Aviñón.

La influencia del Papa Luna no solo dejó una profunda huella histórica, sino también cultural y arquitectónica en la ciudad. 

Renacimiento y el siglo XVI: las murallas de Felipe II

Con el tiempo, Peñíscola regresó a la jurisdicción real y se consolidó como una villa de importancia estratégica. Durante el siglo XVI, bajo el reinado de Felipe II, se reforzaron las murallas de la ciudad para protegerla de los ataques de piratas y las incursiones turcas. 

El arquitecto militar Giovanni Battista Antonelli diseñó las defensas, que incluían el Portal Fosc y las murallas renacentistas. Son claros ejemplos  de ingeniería militar mediterránea.

La construcción de la Torre de la Badum, en plena sierra de Irta, añadió una línea de vigilancia clave en la costa levantina. Estas estructuras son testigos del esfuerzo por proteger el territorio frente a las amenazas marítimas.

Guerra de Sucesión y declive militar

El siglo XVIII trajo consigo la guerra de Sucesión. Un conflicto en el que Peñíscola desempeñó un papel destacado. 

Aunque la mayoría del Reino de Valencia apoyó al Archiduque Carlos, Peñíscola se mantuvo fiel a los Borbones. 

Este hecho le valió el título de «Muy Noble, Leal y Fidelísima Ciudad» por parte de Felipe V. Esto también le dió beneficios fiscales y privilegios.

Tras este conflicto y poco a poco Peñíscola perdió su importancia militar. En 1890, su arsenal fue desmantelado y trasladado a Cartagena.

Edad Contemporánea: del comercio al turismo

Durante el siglo XIX, la ciudad vivió el impacto de la ocupación napoleónica y la devastación de las guerras carlistas. Aún así Peñíscola mantuvo su relevancia como puerto comercial, exportando vino, aceite y otros productos agrícolas. 

La llegada del turismo en la segunda mitad del siglo XX marcó un punto de inflexión en su desarrollo.

Aquí se grabaron películas como El Cid (1962) y Calabuch (1956) dieron a conocer la belleza de Peñíscola a nivel internacional. 

Fue un impulso a la llegada de visitantes que buscaban descubrir su rica historia, sus playas y su entorno natural. 

Hoy, la ciudad es un referente turístico gracias a su patrimonio histórico y unos paisajes impresionantes.

Peñíscola hoy: historia y naturaleza

En la actualidad, Peñíscola se presenta como un destino que combina historia y naturaleza de manera excepcional. Su sierra de Irta, declarada parque natural y reserva marina, ofrece rutas de senderismo por calas y acantilados vírgenes. Mientras que su casco antiguo invita a perderse entre calles empedradas y edificios llenos de historia.

La ciudad también ha sabido preservar su legado cultural, desde las tradiciones festivas hasta el museo del mar, que rinde homenaje a su pasado marinero. 

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